El transhumanismo es la corriente que confía en la capacidad de la tecnología para evitar el envejecimiento y escapar de la muerte. Algunos estudios prometedores con gusanos y ratones están haciendo que tenga cada vez más seguidores, financiación y voluntarios para peligrosos experimentos.
por Antonio Regalado | traducido por Ana Milutinovic 23 Agosto, 2019
«¿Cuántos años tiene?», me preguntó el investigador James Clement. Cumplo 50 este año. Mis huesos están empezando a emitir nuevos crujidos y mi piel ya no es tan elástica como antes. Además, aunque ahora es más gruesa, casi no tengo sensibilidad: es imposible hacerme cosquillas. Mis encías se están reduciendo y retrayendo hacia mi mandíbula. Algunos de estos cambios han sido graduales, pero otros, inexplicablemente repentinos, como el día que dejé de ver las palabras que escribía. Presbicia, me dijo el oftalmólogo. Es algo totalmente normal para alguien de mediana edad.
A Clement, mi edad le pareció estupenda. El investigador me dijo: «Sí, usted va a vivir para siempre. Creo que cualquier persona menor de 50 años que no tenga una desventaja genética podrá alcanzar una larga esperanza de vida».
Clement, de 63 años, es un hombre ágil con la cabeza afeitada y los ojos claros, que pasa sus días tragando vitaminas y tratando de descubrir cómo hacer que las personas vivan más tiempo, sus padres, él e incluso yo. Desde su casa y varios edificios anexos en Florida (EE. UU.), Clement dirige BetterHumans, que él denomina como la «primera organización de investigación transhumanista» del mundo. Gracias a fondos de personas mayores y adineradas que él conoce, explora de manera independiente los medicamentos conocidos por extender la esperanza de vida saludable de los roedores. Con una calculadora, extrapola cuál podría ser la dosis humana adecuada, y luego busca a personas dispuestas a tomarla.
Si los resultados parecen seguros y esperanzadores, recomendará los tratamientos a sus padres, que ya tienen más de 90 años, y también a sus socios financieros. Clement detalla: «Creo que no se está desarrollando lo suficientemente rápido. Mis padres son mi motivación. Si lo estuviera haciendo por la humanidad, bueno, no tendría tanta prisa».
Clement también ha convertido su cocina en un laboratorio. En la encimera había botes de píldoras y jarras medio llenas de polvos blancos de proveedores chinos, cuyos bajos precios son una de las razones que permiten a su organización sin ánimo de lucro llevar a cabo esta investigación en humanos «con muy poco dinero».
«¿Esas son todas las vitaminas que toma?», le pregunté,.
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